Mientras lees esto, tu cerebro está flotando en líquido.

 

Nuestro cerebro y sistema nervioso

estan rodeados de un liquido que, desde una mirada evolutiva, encuentra sus orígenes en el agua de mar.

 

El Líquido Cefalorraquídeo (LCR) rodea y embebe el exterior y el interior del cerebro,

y el canal de la medula espinal.

​

Este líquido junto con todo el complejo de la medula espinal y la columna, proporcionan desde nuestro origen embriológico una linea, un eje que da dirección y organiza el desarrollo del resto de las estructuras del cuerpo humano. Podemos decir que todo nuestro cuerpo se organiza alrededor de esta fuerza axial.

​

En el Liquido Cefalorraquídeo encontramos cantidades homeopáticas de líquido amniótico. Ese líquido que nos nutre y nos protege durante la etapa más fundamental de nuestro crecimiento: el desarrollo embrionario y fetal en el vientre de nuestra madre. 

 

Desde nuestros primeros días luego de la concepción, la embriogénesis acontece gracias distintos fluidos que van a darnos forma, a crear espacios y estructuras anatómicas como órganos, músculos, huesos, un corazón que late...

 

Toma un momento para percibir esta calidad fluida que te acompaña desde los primeros momentos de tu existencia. 

Hay una calidad primaria que aparece cuando podemos conectar con lo líquido y sentir su fuerza organizadora de vida.

​

Hay algo en lo líquido, en el agua, que nos es familiar. Hay algo en el agua que nos es profundamente vital.

Nuestro cuerpos se sienten reconocidos cuando entramos en contacto con el agua, ya sea haciendo la plancha en el océano, nadando en un rio o hasta cuando tomamos un baño inmersivo en la bañera. El agua nos llama.

​

De allí venimos desde el tiempo de los tiempos...​

​

Y aún podemos sentir su fuerza cuando contactamos con el centro de nuestra columna y el interior de nuestro cerebro.

En contacto con el líquido cefalorraquídeo podemos contactar con las mareas de ese océano que nos dio la vida.

​